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domingo, 12 de diciembre de 2010

Esa hora

En la hora incierta en la que acaba la noche y el diablo hace sus cuentas, es cuando me recreo en mi obsesión. ¡Cómo deseo a ese ser tan implacable! Poco más que su nombre es lo que sé de el. No obstante, podría describir cada pliegue de su cuerpo rotundo con el que aplasta mis gemidos. Su volumen me aprisiona en ahogos que culminan en orgasmo. Una vez a la semana claudicamos al juego del amor. Sin preámbulos, pues nada hay ambiguo entre nosotros. El se quita la ropa y libera la masa de su sexo. me subo la falda para que pueda hincarse hasta el fondo de la blandura que le aprieta. Una hora después hemos concluido.

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